Esta calavera significa peligro
Paul Ricoeur señaló la importancia del proceso
dialógico en la interpretación de los textos, para ello precisó la importancia
de considerar que cuando leemos de lo que nos estamos apropiando en este
proceso es de una proposición de mundo; en ese sentido van las
disertaciones de Paulo Freire en La importancia del acto de leer, y me
parece no sólo acertado, sino también sumamente revelador, puesto que la
mayoría ceñimos el acto de leer, y por tanto de alfabetizar, a simplemente
pasar los ojos por las letras, descodificar los sintagmas, y sí, es parte del
proceso, pero magistralmente Freire señala que no se agota ahí, sino que “se
anticipa y se prologa en la inteligencia del mundo”.
Lecturas críticas, lecturas globales, pensamiento
narrativo, distintos teóricos apuntan a la necesidad de supeditar nuestras
lecturas a los contextos, ya que sólo así podremos salvar la polisemia
de esta práctica, y no es que la polisemia sea mala, pero si puede dar
pie a malos entendidos, y personalmente creo que la finalidad de conocer
una proposición de mundo, leer el mundo de otro, es para entendernos un tanto
más.
El
acto de leer en mi experiencia existencial comenzó cuando al escuchar el canto
de los pájaros en al patio de mi casa, sabía si eran cenzontles, tucanes o
chachalacas, cuando el canto de las chicharras al medio día anunciaban que la
hora de tomar pozol había llegado, el ladrido de “pollo” señalando que alguien
tocaba el portón, el voceo del pavo real despidiendo la tarde, el grillar de
los grillos que anunciaban la luna.
Estos
sonidos tenían un significado para mí, esta fue la forma en que empecé a
interpretar el mundo, que también era la forma en que mis padres lo
interpretaban, ellos nunca me enseñaron cómo leer una grafía, sin embargo me
legaron su concepción del mundo, el significado de poner el dedo pulgar sobre
el índice, por qué era necesario llevarlos antes de dormir y después de
despertar, de la frente al ombligo, del ombligo al pecho izquierdo, del pecho
izquierdo al pecho derecho, y del pecho derecho a los labios, donde finalmente
se daba un beso a esta unión que formaba una cruz.
De
ellos también aprendí a leer las hojas de los árboles, sus aromas, formas,
colores, para determinar si eran frutales, florales, y por tanto, si debían o
no ocupar un espacio en la tierra. No asistí al kinder, así que mis
primeros encuentros con el texto escrito fueron a los seis años, aprendí a
decodificar los sintagmas en la escuela primaria, y encontré el sentido de
éstos en las liturgias de la iglesia, en la necesidad de pertenecer a los
círculos bíblicos que organizaban mis padres; mi formación en el catecismo se
dio a la par de la escuela primaria, por ello no fue fortuito que a mitad del
ciclo escolar supiera leer fluidamente.
Mi
práctica lectora se gestó en el ceno de la religión, llegué a ser lector del
obispo, afortunadamente la iglesia no da campo a las interpretaciones, así que
mi casi perfecta participación eucarística, se vio truncada cuando empecé a
cuestionar muchas de las acciones que en nombre de la religión se gestaban,
pero que se alejaban de la palabra del señor, claro todo era una
cuestión polisémica, supongo.
Otro
de los episodios relevantes de mi andar fue la universidad, en la
licenciatura fue la primera vez que empecé a escribir cabalmente, mis actos
de escritura se reducían a escribir mi nombre, tenía siete años, en todas las
superficies prístinas habidas de la casa, y hasta la preparatoria, a
transcribir textos, información de Internet; aunque nunca aprendí las reglas
ortográficas, hoy día puedo jactarme de, no escribir bien, pero cuando menos de
no hacerlo tan pior. Aprendí a escribir leyendo, cuando aprehendí
esta práctica mis lecturas solían ser una búsqueda de cómo utilizar tal o cual
palabra, de palabras nuevas cuyo significado se explicaba en el contexto de las
obras, fue un momento álgido que resignificó mi práctica lecto-escritora.
Leer
no se limita a conocer el significado de los vocablos, a hilar sílabas, para
formar palabras, sino a significar un hecho dentro de una realidad, cuando comprendemos
la lectura resignificamos estas proposiciones de mundo, al tiempo que
resignificamos nuestras propias realidades, no se lee sólo lo escrito, sino
todo lo que nos rodea, aprendemos del mundo, con el mundo, leemos imágenes,
olores, sonidos, por ello acciones tan sencillas como enseñar a alguien que una
calavera dibujada en un frasco significa peligro, también es una forma de
alfabetizar.
Saludos, espero todos entendamos la referencia :D