Esta
semana mientras todos, en teoría, se recluían en sus hogares por la pandemia,
se realizó la recepción de papeles para poder participar en el examen de
idoneidad para plaza magisterial, que realiza la Secretaría de Educación
Pública (SEP); en aras a pertenecer al magisterio, participé en un curso dónde
se abordan las dimensiones desde las que, en teoría, se irgue la Nueva Escuela
Mexicana, ya que cómo dice mi abuela “del dicho al hecho, hay mucho trecho”, y el proceso educativo que se plantea en los
lineamientos de la SEP, así como muchas planteamientos que atienden a
cuestiones sociales, se quedan ahí, en la teoría, ya que en la práctica sucede
lo contrario.
Considero
que esto acaece por la falta de apropiación de los discursos, puesto que no se
logra encontrar un sentido al texto en cuestión, es necesario ser conscientes de lo que Paul
Ricoeur (2002) señala al decir “lo que finalmente me apropio es de una
proposición del mundo” (p.120) cuando habla sobre el círculo hermenéutico y la
importancia en éste, del proceso dialógico de la interpretación-comprensión de
un texto.
Los
textos deben entenderse desde un sentido discursivo, en el que se da un
intercambio de mensajes, por ello es necesario considerar que existe una
situación de escritura y una situación de lectura, el uso particular del
lenguaje determinará la situación comunicativa del mensaje; esto tiende a dificultar
la apropiación del texto, ya que los
códigos se tornan abiertos o cerrados, más universales o restringidos, en tanto
el sentido de éstos es histórico, dependen del contexto, de la competencia del
lector y el escritor, es decir, existirán tantos textos, como existan lecturas
(Alvarado y Yeanniteguy, 2009).
El
proceso de apropiación de los textos es permanente, demanda su producción, así
como su comprensión, al detonar nuestra capacidad para leer el mundo, este proceso
llamado alfabetización, está intrínsecamente ligado a la lectura y la
escritura, a la importancia de estas prácticas desde sus fines sociales, funciona
como una ventana, o puerta en el mejor de los escenarios, para entender un
código escrito, que está supeditado a una ideología, a normas que lo
estandarizan, a un código sociocultural, a un contexto que permite comunicar un
mensaje.
Entender
a la alfabetización no únicamente desde lo académico, sino desde su sentido
práctico, nos permitirá encontrar fines sociales, así como a ser conscientes de
la polisemia de los textos, conceptualizada por Ricoeaur (2002) como la “capacidad
de las palabras de tener más de un significado cuando se las considera
independientemente de su uso en un contexto determinado” (p.72), escenarios a los que llegaremos sólo si
tenemos una competencia comunicativa que nos permita regularnos en función del
contexto en que nos situemos.
En
este punto podemos deducir que la apropiación de los textos, tan necesaria para
encontrar un sentido práctico a los discursos, es más fructuosa cuando la
alfabetización tiene un enfoque comunicativo, para ello Maite Alvarado y Alicia
Yeanniteguy (2009) proponen una reformulación del esquema para modelizar la
comunicación oral cara a cara de Roman Jakobson; partir de un mensaje emitido
por el destinador para un destinatario, en el que se tienen que considerar el
contexto, el contacto y el código, este último entendido como un código único, a
un mensaje que se materializa en el soporte (el contacto), supeditado a un
proceso sociocultural (contexto), donde
el receptor (destinatario) “no es pasivo, no se limita a recibir y decodificar
algo ya terminado, sino que durante la escucha es activo” (p. 20), asume una posición, es tan activo como el
emisor (destinador), y hay una multiplicidad de códigos, lingüísticos, ideológicos,
socioculturales, retóricos, que pueden, o no, ser compartidos por el emisor y
el receptor.
Una alfabetización comunicativa nos permitirá
entender el discurso en función del contexto en el que se gesta, entender la intencionalidad
del autor, del texto, del lector, cómo un
estado permanente, también es mutable, dinámico, podremos hacer una
interpretación hermenéutica desde las relaciones intersubjetivas, al ser
conscientes de cómo otros representan, pero también cómo nosotros representamos
el mundo.
Encontrar
un sentido a los discursos, será asequible si entendemos que todo proceso de
interpretación es personal, pero encuentra sentido en la regulación social; es necesario interpretar un texto para comprenderlo, y comprendernos
en este distanciamiento, para resignificar una proposición del mundo, para
apropiarnos dialécticamente de su sentido, desde las contradicciones de nuestras
realidades, códigos que nos unen o separan, es decir, desde la dinámica de sus
continuas transformaciones, para que el trecho entre lo dicho, el texto, y el hecho, la práctica, sea cada vez más fácil de salvar.
Bibliografía:
Alvarado,
M. y Yeanniteguy, A. (2009). La escritura
y sus formas discursivas. Curso introductorio. (Cap. I La escritura, Cap. II
La comunicación escrita). Argentina: Universidad de Buenos Aires.
Loureda Lamas, Ó. (2003). Introducción a la tipología textual. Capítulo 4 La clasificación de los tipos de texto. Madrid: Arcos libros.
Ong, Walter J. (1987). Capítulo 3 “Algunas psicodinámicas de la oralidad” en Oralidad y escritura: tecnologías de la palabra (pp.38-80). México: Fondo de Cultura.
Ricoeur,
Paul (2002). “¿Qué es un texto?; “Explicar y comprender”; “El modelo de texto:
la acción significativa considerada como un texto. En Del texto a la acción. Ensayos de hermenéutica II (pp. 127-196).
México: Fondo de Cultura Económica.